Un virus recorriendo un mundo. Covid-19.
Dejemos
que Enya nos acompañe ahora con música de fondo a través de la maraña de los
océanos de pensamientos ante las marejadas de reflexiones que vienen y que van
y que vuelven otra vez insinuantes; secuestrándonos en algún instante dado
aunque no queramos.
A
todos nos ocupa el leve temor, de que el amor y la ciencia no sea suficiente
para salvar la vida de un ser querido. Sí, hoy todos estamos expuestos al
riesgo de pasar a la sala del deceso a llorar la perdida sin poder posponer un
dolor por quien se nos va, al no hallar la manera de despedirnos de él como es
debido, acompañando.
En
estos días tan difíciles que nos está tocando vivir, cuando indeterminadas y
lentas ya nos llegan crujiendo a los sentimientos las diminutas manecillas de
las horas de cualquier reloj yendo a perseguir a los latidos solicitados en la
brevedad inminente de cada pulso mutando y aumentando y escalando
apresuradamente sobre los números, agigantando la imprevisible lista de los
inminentes contagios; después, nuestros miedos se suceden y se trasladan a las
emociones, algunas se tornan salvajes y primitivas, las otras, las que nos
quedan libres del secuestro, se viran a dulce, se mudan a verde y a azul.
Impresiones paseadas como en una montaña rusa invertida, ascendiendo y
descendiendo, edificando vértigo y miseria, constatando agravio, subiendo;
bajando, erigiendo confianza y seguridad, entregando equilibrio.
En
las próximas semanas de confinamiento que se nos vienen encima aunque no
queramos, ante los temores que se nos puedan presentar por delante en relación
a cómo este dramático suceso nos pueda llegar a cambiar en un modelo de
sociedad en la que estamos acostumbrados a la libertad de pensamiento, de
acción y de movimiento en un mundo globalizado que se haya interconectado. Ante
el interrogante frente a un paradigma para el que nadie tiene una respuesta de
cómo pueden ir las cosas desde el mismo momento cero en el que se comiencen a
levantar las restricciones de forma escalonada, cabe hacer una reflexión
significativa, en la que tal vez podríamos hallar alguna respuesta en base a una
sencilla pregunta.
Aun no sabiendo lo que nos
vamos a dejar por el camino ¿Qué es lo que cada uno de nosotros está dispuesto
a dar?
Confinados
en sí mismos, en algunos estados se observan banderas ondeando y blandiendo
ideologías patrióticas acercadas a los extremos, también se aprecian
intenciones acérrimas en los continentes y en las alianzas de poder; y de otros
países muy concretos que se mantienen siempre como muy callados, a la expectativa
de poner en marcha alguna posible estrategia, y aquietados y agazapados, acechantes,
a la espera de una mínima oportunidad –ya pensada y calculada de ante mano- que
les permita invadir o inmiscuirse en territorios de su interés. Por desgracia,
nuestra historia más reciente está plagada de un sinfín de tristes y trágicos
acontecimientos, desde la década de finales del siglo XX con el derrumbe de la
burbuja de las punto-com hasta el desplome de los mercados bursátiles
arrastrados por las aseguradoras, seguidos de los grandes bancos de inversión y
con ellos a la banca tradicional infectada de bonos basura y el efecto domino que
ello provocó en el sistema tras la ocultación de las hipotecas Subprime, la
burbuja inmobiliaria y los atracones especulativos que se llevaron por delante
a casi toda la industria dejando sin liquidez a las instituciones y lastrando
con ellas a la economía global. Anterior, se gestaron otros sucesos que también
ayudaron a desestabilizar territorios, la guerra de la antigua Yugoslavia, las tensiones
en oriente medio, las injerencias de china hacia Taiwán y el asedio disfrazado
en Hong Kong, la intrusión de Rusia en el intento de recuperar parte de un
imperio desplomado, comenzando a inmiscuyéndose descaradamente en Georgia, la
adhesión de Crimea y la guerra con Ucrania,
los vetos y los embargos económicos, la carrera nuclear, la guerra de
Irak, la guerra de Afganistán, la primavera árabe, las revueltas en
Latinoamérica, la guerra de Siria y los desplazados con el veto desvergonzado del
cierre de fronteras favorecido discretamente desde Europa sobre una Grecia
sometida entre las foráneas y forzadas alianzas con Turquía dejando expuestas y
arrinconadas a las masas hacinadas en los campos de refugiados, los desmadres
llevados a cabo por el autoritarismo de las oligarquías en África y en Asia,
los recientes genocidios, el de Ruanda y el de Camboya, las guerras
comerciales. La lista es extensa y la historia más reciente tiene memoria y está
plagada de trágicos y tristes episodios, tristes episodios que contra todo pronóstico
acaecieron en crisis anteriores, y, entre demagogias y especulaciones, hubo
quienes se aprovecharon de las debilidades socioeconómicas y políticas que
asolaban el planeta.
Existen
antecedentes de sobras como para replantearse una sencilla cuestión y reflexionar
al respecto, pero, no es necesario invertir demasiado tiempo en emitir una
respuesta que nos acercará hacia la confianza o la desconfianza, a construir o a
derruir, solo se requiere un puñado de minutos para emitir un veredicto desde
nuestro cerebro, la dificultad radica, en si la respuesta vendrá dada desde
nuestro hemisferio derecho o el izquierdo.
Queda
constatado y demostrado que el ciudadano de a pie lo ha entendido bien y vuelve
a actuar en consecuencia, arrimando el hombro.
¿Qué
se va a escoger esta vez desde las aposturas del poder, desaprender o mirar
hacia otro lado? Pero, esta realidad, no la dicto yo, la demuestra la memoria
de la historia más reciente de finales del siglo XX y principios del XXI como
anterior ha quedado expuesto. Resulta triste entrever, como, en la mayor de las
veces, casi siempre gana la partida, la sugerencia de seducir con la injerencia
justificada a golpe de un talonario extendido y asomado en la línea del
horizonte, ante la expectativa de ir detrás de otros estados de economías
boyantes en aras de arañar acuerdos unilaterales a costa de sacrificar el casi inexistente
bienestar social de los demás, incluso, de atreverse a ir a dilapidar la
oportunidad de futuro de un continente si fuera necesario. Vendrá de la mano citar
de pasada a modo de recordatorio a África, una buena porción de Asía y de Latinoamérica,
y la olvidada Europa arrinconada.
El
ciudadano de a pie lo ha entendido bien ¿Y Nuestros líderes?
Pero
queriendo ir un poco más allá de los patriotismos, del ondear de banderas, de
las ideologías concretas y haciendo hincapié en la importancia de la gran
necesidad que ahora tenemos de volver al arraigo, a las raíces mismas, al
sentimiento de pertenencia a algún lugar que nos aporte y nos nutra de
seguridades, habrá que exponer, hablar y hacerse cargo de lo que aún está por
llegar.
Pues
sí, y aun así, con todo lo que les está cayendo encima a los estados que ahora
son el epicentro de la pandemia, también sería oportuno, provechoso y
prometedor centrar la atención en los países en vías de desarrollo, observar la
línea de evolución del índice de infectados, tener en consideración los
recursos con los que cuentan para hacer frente ante la posible escalada
piramidal de los contagios que podrían producirse y ser consecuentes con los
retos sociales y económicos que de ninguna de las maneras van a poder asumir.
Sin
querer ser catastrofista, se da una imperiosa urgencia, hay que adelantarse a
los posibles acontecimientos porque los escenarios que tenemos por delante no
resultan muy alentadores, y no lo digo yo, lo indican las cifras, lo auguran las
diferentes instituciones internacionales avaladas por los expertos, pero,
aunque no todo lo puede resolver la metodología escudriñando y arrojando
numerosos diagramas empleando índices que muestran detallados análisis y complejas
estadísticas que no dejan de ser meras aproximaciones frente a una nueva
enfermedad de la que apenas se sabe casi nada y ante la que la ciencia trabaja
a marchas forzadas para apoyar a unos sistemas sanitarios a punto de llegar al
máximo de sus posibilidades y terminar colapsados; y ello, sin ni siquiera
entrar a hablar de la quimera de cuando se logrará encontrar una cura.
Ante
la actual crisis pandémica frente a un fenómeno sin precedentes en el que las
líneas de actuación que recomiendan las autoridades sanitarias internacionales son
contundentes y claras, y, en un escenario socioeconómico y político de calado
mundial en el que las medidas adoptadas en materia de prevención para paliar
mayores daños colaterales, se pueden quedar obsoletas en cuestión de horas o de
días de la mano de unos gobernantes que andan escasos del tiempo necesario para
sopesar los posibles inconvenientes ante las nuevas medidas que han de
implementar; urge poner en marcha gabinetes internacionales al frente de los
expertos mejor dotados para que puedan asesorar a las instituciones y a reordenar
la desorganización y el desmadre que se está dando en la relación diplomática entre
las diferenciadas naciones que deberían llegar a unificar consensos de cuál
sería la forma más eficaz de sentar unas buenas bases de cooperación internacional
que puedan permitir ayudar y aliviar las cargas que deberán soportar las nuevas
economías emergentes, y, en primera instancia y de un modo prioritario, habrá
que prestar una atención especial a las débiles economías de los países más
pobres.
En
África, sí, será en África donde se dará la mayor escalada de contagios a nivel
global si no ponemos los medios necesarios a través de planes de contingencia,
en el viejo continente donde se originó la vida también podría darse el inicio de
un funeral colectivo sin precedentes.
En
África se dará el epicentro donde se va a librar la gran batalla contra la
pandemia, un único dato nos puede dejar alguno de los indicios de la crudeza
con la que el virus podría llegar a golpear a todo el continente “en Gambia solo
disponen de dos camas de cuidados intensivos para una población total de poco
más de dos millones de habitantes” pensar en las posibles cifras de contagio da
como vértigo.
Ya
no se trata solo de ser optimistas y tener la esperanza de que aún se esté a
tiempo de contener una escalada continuada, hay que ser realistas, se han de
aunar todos los recursos sociales posibles, medios humanos, sanitarios y
económicos que han de ir acompañados y apoyados de infraestructuras logísticas
que realicen la labor de corredores humanitarios que permitan el abastecimiento.
Las
alertas de alarma ya han saltado, solo es cuestión de semanas que lleguemos a
los índices de los países que ahora están más afectados. Queramos o no queramos,
hemos de apelar al sentido común y a la responsabilidad y acercar posturas de
cómo vamos a gestionar el reto que tenemos por delante, porque si no
erradicamos el virus en África, este volverá a extenderse de nuevo para
quedarse en sus diferentes formas.
Entre
otras cuestiones relevantes, ahora mismo no podemos olvidarnos de una interrogante
acuciante que aun esta sin resolver.
¿Cómo vamos a abordar
el auge de contagios en los países sin recursos?
Urge
elaborar un plan de contingencia a nivel internacional. Apremia poner en marcha
sencillos mecanismos que sean fiables y flexibles, pero sobre todo, que, se puedan gestionar
sin las trabas que conlleva un exceso de burocracia; es decir, que su
implementación resulte simple, efectiva y fácil de aplicar, a través de las
organizaciones y las infraestructuras ya existentes.
Hay
países que están haciendo oídos sordos a las recomendaciones explicitas de la
OMS, entre ellos, Brasil, y aunque tarde y mal, a Inglaterra y a Estados unidos
no les ha quedado otra opción que sumarse a la drástica medida del confinamiento
de la población cuando le han visto asomar las orejas al lobo y han
recapacitado ante el debacle que se les venía encima, y que no es menor la
catástrofe que ahora a estas alturas anda asolando la epidemia en sendos
territorios, pero, resulta penosa y lamentable la respuesta que algunos
gobiernos están dando ante la cruda problemática que nos asola, Nicaragua es
uno de ellos.
La
irresponsabilidad y la falta de liderazgo de algunos mandatarios está retrasando
el descenso de contagios, pero, aunque no lo pareciera, ante la poca capacidad
de previsión, ante la falta de visión y la laxitud en la toma en este tipo de
decisiones y sumándole las aptitudes equivocas, resulta obvio y evidente, que
esta crisis aún nos va a lastrar con mayor fuerza porque no aportando un mínimo
de soluciones al respecto, algunos mandatarios están haciendo mucho para que la
pandemia se propague con mayor virulencia.
En
el viejo continente a medida que transcurre un tiempo valioso contemplado en
días, va tomando fuerza la idea de sugerir, señalar y exigir el viejo discurso
de la unidad y la solidaridad, pero, en la práctica, hay estados que como
antaño, vuelven a contraatacar con discursos de derribo en la línea de siempre, con aquella desgastada temática de
turno y de oficio y de circo apelando a la responsabilidad moral, intentado
salirse por la tangente echando en cara la diferenciada deuda interna de unos y
de otros países en base al déficit y en el modo y la forma en cómo se ha ido
corrigiendo en los últimos años desde la época del rescate bancario, debates de
derribo acusatorios de las malas praxis económicas que han endeudado a unos y
han enriquecido a otros, dando a entender que la solidaridad no tiene nada que
ver con el esfuerzo que ciertos estados han tenido que hacer para sanear sus
cuentas y conseguir balances positivos, motivo que argumenta una posición inamovible
de no querer compartir con terceros una riqueza que no les es propia ni les
pertenece, pero, si ello no fuera suficiente, existe una negativa extendida en
el tiempo de no adquirir mayores cotas de deudas y aún menos de forma compartida
y conjunta.
Otra vez redoblan las campanas y vuelven recurrentes las evasivas y la cháchara y el cacharreo parlamentario, pero lo que no era de esperar, dadas las circunstancia y teniendo en cuenta que nadie tiene la culpa de lo que está ocurriendo, lo verdaderamente indignante, es la grave pérdida de un valioso tiempo que nos falta y que no nos sobra.
Otra vez redoblan las campanas y vuelven recurrentes las evasivas y la cháchara y el cacharreo parlamentario, pero lo que no era de esperar, dadas las circunstancia y teniendo en cuenta que nadie tiene la culpa de lo que está ocurriendo, lo verdaderamente indignante, es la grave pérdida de un valioso tiempo que nos falta y que no nos sobra.
En
la unión europea donde se presupone que en materia de acuerdos unilaterales
ratificados por todos sus estados miembros en relación a asuntos tan relevantes
como la preservación de derechos, de obligaciones y de libertades, en un
territorio soberano que además resulta ser la punta de lanza del mundo conocido
y se da el ideal al que cualquier sociedad le gustaría aspirar a alcanzar algún
día, pareciera que aún siguiera sumergida en el debacle que dejó consigo el
anterior derrumbe económico, un debate innecesario que ha reabierto recientes
heridas que podrían poner en riesgo un proyecto común.
Nuestros
líderes deben entender que el mundo ha cambiado de forma considerable en el
breve espacio de tiempo que llevamos sumidos en la pandemia, ahora hay que
dejar a un lado las diferencias dadas, urge establecer un canal de comunicación
asertivo, que lleve implícito un diálogo capaz de abordar las distintas
problemáticas, teniendo en cuenta que volver a reconstruir, llevará su tiempo,
una razón de peso importante que implica prudencia para ser capaces de mirar
más allá de este momento.
Europa
a través de sus instituciones, tendrá que encontrar posturas de acercamiento y mecanismos
adecuados que permitan dar una respuesta contundente que provenga desde el
consenso de cada uno de sus estados miembros, ante la trágica emergencia que
ahora estamos viviendo.
¿Esperanza
o decepción, oportunidad o fracaso, que nos traerá consigo el Covid-19?
Resulta imposible no
mencionarles.
Vemos
un mar vacío, una tierra aquietada y un cielo llenado de nubes, casi todo está
como adormilado, y el pulso de las ciudades y de los pueblos ha decrecido tanto
que nos vemos sorprendidos al deambular entre las desérticas calles frente a
este nuevo mudo silencio al que no nos acostumbramos.
A
pesar de que en ocasiones nos podamos sentir agraviados ante la magnitud de
según qué sucesos, y ello motive a que nos asalten las dudas al no saber muy
bien hacia donde se dirige este mundo, también se erigen otros días en los que
la confusión no nos vence y crece en nuestro interior un digno y hermoso sentimiento
cuando observamos que las personas que aún no conocemos se dejan la piel por todos
nosotros.
Celeste Mar.
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