12 millones de desheredados olvidados.
¿Sabes quiénes son los
apátridas?
Un
apátrida es una persona no reconocida por ningún estado que se haya privada de
nacionalidad.
¿Alguna vez has oído
hablar del fenómeno de la apatridia?
Según
el derecho internacional en el artículo 1.1 de la Convención sobre el Estatuto
de los Apátridas de 1954 establece que “A los efectos de la presente Convención,
el término "apátrida" designará a toda persona que no sea considerada
como nacional suyo por ningún Estado, conforme a su legislación”.
En
el mundo existen entre 10 y 12
millones de personas que no están inscritas en ningún tipo de registro gubernamental
que les permita ser reconocidas y a la misma vez las acredite como a ciudadanos
arraigados a un estado concreto que les ayude a adquirir derechos, obligaciones
y libertades.
Las
personas privadas de nacionalidad a las que se las denomina apátridas resultan
invisibles de cara a la sociedad, algo así como que no existen y se encuentran
en tierra de nadie.
La
apatridia es un fenómeno que conlleva implícita una seria problemática que
lastra consigo a todo aquel que la padece hasta el punto de no poder acceder a
los derechos fundamentales como la educación, la sanidad, el trabajo, la
libertad de movimiento y el derecho a la propiedad.
Ellos
deambulan en los días como mejor pueden a medio camino entre un presente voraz y
un futuro cercano lleno de incertezas. Sin ni siquiera haberlo pedido, la lista
de dificultades que han de sortear, resulta demoledora, entonces, vienen y se
adhieren tan hirientes las sangrientas preocupaciones a la piel, y, se
derrumban las seguridades cuando los propósitos importantes que les afianzaban
en la vida de pronto se tornan en retos casi imposibles y la realidad se impone
con una áspera dureza un tanto cruel, tal vez demasiado.
Y
se da, se cae de la lista de los sueños un hermoso anhelo, encontrar la otra
mitad que les hace completos al intentar reconocer el amor cuando les llega,
pero, alejándonos por un instante del lenguaje poético y acudiendo a una forma
de expresión más sencilla y cercana, como de andar por casa, diré, que, además
de la dificultad que entrañará intentar formar una familia a donde los hijos al
nacer aún saldrán peor parados que sus propios progenitores, al heredar de
estos, una problemática que les va a dejar varados ante un destino impreciso,
mientras no se regularice su situación; también habrá que exponer, las diferentes circunstancias por las que una persona
podría llegar a convertirse en apátrida. Por lo general, la dificultad radica
en las lagunas legales existentes en algunas leyes que pueden impedir en sus
distintas formas, el acceso a la nacionalidad, también habrá que matizar y tener
muy en cuenta, los diversos factores o causas que provocan el fenómeno de la apatridia.
De
entre algunas causas que se pueden citar, mencionaré las siguientes.
La privación de
la nacionalidad a través de la desnacionalización como consecuencia de algún
proceso.
La renuncia a la
nacionalidad.
La trata de
personas.
La
discriminación de índole racial, religiosa o política que conlleva a la
persecución.
Los éxodos migratorios
provocados como consecuencia de los cambios en los sistemas políticos o sociales.
La secesión de
estados en sus distintas modalidades: disolución, absorción, fusión…
Los conflictos que
resultan contradictorios en sí mismos en materia de leyes promulgadas sobre el matrimonio
y el registro de los nacimientos.
Resulta importante señalar que en infinidad de ocasiones
no se da una única razón que lleve a una persona a ser apátrida, la suma de una
serie de sucesos pueden ser el desencadenante que la valla empujando poco a
poco hacia una invisibilidad no deseada.
Lucrarse con
según qué problemáticas entraña cruzar la línea de la usura.
Resulta curioso observar como escalan las cifras de
forma alarmante en porcentajes de millones o del lado contrario, detectar como
disminuyen con motivo de que no se focalice tanto la atención, ante una
realidad demasiado evidente, en un ingenioso intento de desinformar; inclusive,
hay quienes son capaces de ignorar de forma rotunda, aseverando intencionadamente,
la negativa de la existencia de una problemática concreta en sus propios estados.
Las malas praxis siguen estando a la orden del día,
pero una cosa es mangonear la información, tergiversándola hasta cierto punto
en aras de salvaguardar ciertos intereses corporativos, y otra muy distinta, atreverse
a mercadear con tragedias sociales de carácter sensible que implican a millones
de seres humanos.
Aunque por suerte, no todos se esconden tras las
máscaras de oro y de plata, hay quienes se presentan ante el mundo con humildad
y a cara descubierta.
“Existen más de 10 millones de apátridas en el mundo. Señala
ACNUR”.
Cuando
se leen enunciados de este calado y nos reencontramos de nuevo con las siglas
de las organizaciones internacionales que intervienen desde hace décadas en
favor de las personas desprotegidas, promoviendo y participando en hermosos
proyectos y trabajando de forma tenaz en valiosas propuestas junto a otras naciones
que han revisado y refrendado cambios sustanciales en leyes importantes, es
cuando entendemos de la necesidad que tenemos de seguir aunando esfuerzos
porque estos son quienes suelen traer consigo algunas de las escasas conquistas
de las dignas victorias que se suelen observar en unas sociedades demasiado
ocupadas en lamerse unas heridas propias que en demasiadas ocasiones resultan poco
trascendentes.
No
es muy usual asistir a un acontecimiento en el que se dé una contienda ante la cual
un Goliat queda doblegado por un David.
Etiopía resulta un buen
ejemplo de ello.
El parlamento de Etiopía adoptó el pasado jueves (17
de enero) una serie de cambios en la ley de refugiados vigente, convirtiéndola
en una de las más progresistas de África en su ámbito.
“La aprobación de esta histórica ley representa un
importante hito en la larga tradición de Etiopía de recibir y acoger a
refugiados de toda la región desde hace décadas”, declaró Filippo Grandi, Alto
Comisionado de la ONU para los Refugiados. “Al dar la oportunidad a los
refugiados de estar más integrados en la sociedad, Etiopía no solo cumple con
sus obligaciones en el marco de la legislación internacional, sino que también
se convierte en modelo para otras naciones de acogida en todo el mundo”.
No hay marcha atrás.
Hay
quienes nacen, viven y mueren en el completo anonimato dejando a sus dignos
cuerpos caídos a ingresar junto a sus nombres de pila en el único lugar que les
ha sido permitido, después, ascendidas sus ausencias al olvido, en el mundo de
los vivos, ya dejadas atrás las mortajas de sus deudas satisfechas con la suma
de los grises y oscuros días compilados, sin fe y quebrados, se abandonan al
deterioro entrando al otro reino a agigantar los osarios de las fosas comunes.
A
aquellos, la vida se les queda suspendida durante 40 años entre el círculo
vicioso de la economía sumergida y el hacinamiento obligado he ido a descender
hasta el censo adscrito al chabolismo.
Suben
y bajan de los poblados cargados con sus cestos atestados de amuletos, de
baratijas, de artesanías varias elaboradas en madera y cobre y latón y papel
papiro. Vienen y van circundando el globo terráqueo, acercando civilizaciones,
regalando tradiciones con sus sonrisas, con su ronroneo imitando cantares y
croares y sonidos silvestres, recorriendo los senderos que les llevan a las
urbes, a los atestados mercados callejeros; animando, festejando con su ronroneo,
estimulando, vistiendo el lugar, mudando el llamativo colorido de sus ropajes a
las estrechas callejuelas, desprendiendo alegría, mostrando el resto de una
cultura autóctona.
Repletos
de abalorios propios, ellos, oriundos, engalanados de la cabeza a los pies, prosiguen
caminando exhibiendo pulseras y collares y tejidos y bolsos de los que sacan la
verde hojarasca traída del interior de los bosques donde habitan; luego, en el
crucial instante del necesario descanso, extienden sus hojas anchas y alargadas
y plegadas y anudadas con tiras de lianas en las que envuelven los alimentos
que les sustentan en esas dantescas jornadas.
Se
les ve a las etnias entregando sus esencias.
Y,
los que quedan y de quienes nacerán, los encontrarás afinados en los campos de
refugiados.
Las
cifras lo dicen todo.
Ellos son algunos de
los apátridas invisibles repartidos en un mundo.
Bangladés. Sobrepasan los 900.000.
Tailandia: Unos 490.000.
Nepal. No hay estadísticas
fiables pero se contabilizan por miles.
Myanmar. No hay estadísticas fiables pero se
contabilizan por miles.
Irak: Sobrepasan los 50.000.
Costa de Marfil. Alrededor de 675.000.
Siria. Al menos 160.000.
Kuwait. Entre los 90.000 y el 1.000.000.
República Dominicana. Unos 220.000.
Colombia. No hay estadísticas fiables pero se contabilizan por
miles.
Letonia. Rondan los 215.000.
Estonia. Alrededor de 80.000.
Romaníes repartidos por Europa. No hay estadísticas fiables pero se
contabilizan por miles.
La lista de países con apátridas no
termina aquí…
En
el año 2014 ACNUR puso en marcha un
admirable proyecto a través de la campaña “IBelong”
para acabar con la apatridia en 10
años a fecha de 2024.
Esperemos
que la solidaridad y la cooperación internacional también recalen en todos
los rincones necesitados de los continentes.
Celeste Mar.
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