Donald. Sucedió en noviembre.

 De peluquín dorado y rostro altivo y facciones grotescas y miradas extraviadas y decisiones fracasadas, y, de actitudes patriarcales antiguas, anteriores a la época de los valientes cuáqueros.

De actitudes dispersadas entre la ira, la falsa euforia y lo primitivo del lóbulo frontal tan conectado con la amígdala; de formas arcaicas como las de aquellos depredadores saurios de dientes picudos terminados en punta, provistos de colmillos fuertes y capaces para desgarrar a las presas halladas por debajo de la cadena alimenticia.

Y, al acecho en todas las fronteras, ahora habiendo convocado a los desahuciados, él, muy quieto y callado, agazapado entre los helechos quemados bajo el sol doliente de las áridas tierras de américa; ya, antes de haber llegado, él, les relega, les desahucia de la oportunidad de prosperar en el submundo de los sin patria, les aboca a las amplias y angustiosas jornadas de trabajo, en las que maniatados, les vencen los días comenzados al compás del alba y se suceden al traspasar de una luna adormilada en todas las esquinas de los suburbios marginales; esquelas que se caen antes de llegada la misa de cualquier diciembre. Sí, fue en un noviembre cuando comenzó a alzar la voz, palabras adscritas a la servidumbre y acercadas a la miseria.

Empalizadas, vallas terminadas en puntas de acero de espino en un nuevo intento de reconquistar las antiguas costumbres de los viejos feudos. Osarios, y crucifixión, tumbas colectivas, incitaciones sumarias, genocidios de antes de haber nacido. Mal nacidos más bien son estos pensamientos inspirados en la década esclavista.

Ideas y lutos y mansedumbre.

No, no se esconde; él, se arrima a la apología barata, a la usura que ha ido desmedrando y desmantelando la conciencia de un país que aún no parece haber olvidado las décadas de sometimiento en los campos de algodón… Sucedió en Virginia y en Carolina del sur y en Kentuchy cuando ellos mismos aún eran súbditos del colonialismo inglés y llegó John Adams junto a otros libertadores que dijeron basta, y, reunió a sus voces y a sus manos y ocurrió, de la unión de sus acciones nació la declaración de independencia.

En este señor de peluquín dorado se da la secesión y la mala fe, nos persigue en sus intenciones. Xenofobias, extravíos interiores graves y, se jacta en sus discursos; ya antes en sus mítines sabía ciertamente hacia quien dirigir la mirada, los gestos y después la palabrería intrusista siempre inducida hacia la gran masa de población desperdigada y ya harta y quemada y confundida; pero con su monserga de farándula y su histrionismo bien supo seducir a un colectivo con sed y ganas de volver a los antiguos tiempos en los que, la sumisión era y debía de componer la nueva tierra prometida para los de fuera, a los de los trabajos de usura y sueldos de saldo de negro. Sí, se venden negros y blancos ocultados ahora vueltos a ser custodiados por los bárbaros grupos del Ku klus Klam camuflados en la nueva modernidad que también les muda y en la que se sienten tan cómodos azotando las vulnerables conciencias desde la tierra de nadie, desde la imaginaria era de Internet como no ubicándoles en ningún lugar físico concreto.

Ellos evolucionan y se adaptan a estos tiempos trayendo sus ideas, los lutos y la mansedumbre.

Fantasmas desconcertantes desperdigados en el nuevo siglo XXI ahora yendo a cruzar del submundo a otro mundo vía satélite.

Celeste Mar.

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