A Sinera voy.
Hoy,
custodiado desde abajo por las torres de defensa, me he deslizado sobre los
mismos pasos de la historia, por entre una calle empinada que me ha llevado
hasta la cumbre y este dulce amor de un mar del que siempre estoy enamorado.
Sí,
es desde este mirador llenado de azules y de verdes aturquesados, y de un cielo
raso atrapado, en la visión caída a los
mismos pies de esta bahía, ahora esculpida en mis retinas, en la línea del
horizonte de la mediterránea, desde donde en los siglos atrasados se iniciaron
las rutas de los indianos.
Ahora
es cuando impregnado de la esencia de un relato, en el que un alma se ha
desnudado entre una cascada de palabras honestas enhebradas entre la bondad y
aquella sinceridad capaz de quebrar a aquel orgullo incisivo que en ocasiones
nos envenena.
Hoy,
custodiado y acunado por una verdad antigua, traída a nuestro tiempo de ahora,
a este presente que en ocasiones nos vence, nos manipula y nos confunde y nos
nutre de ideas endulzadas que nos distancian.
Pero,
ya vienen; vuelven y emergen los titanes como una primavera salvaje. Después,
estallan sus versos otra vez en el mes de mayo, y, entre la tierra y un mar y este
cielo raso, de nuevo renacen y brotan, en el interior de cualquier hombre que extraviado
ahora vuelve a recordar a aquel adolescente soñador, asustadizo y tímido en
exceso, que se pasó algunos de sus días enfrentado a las injusticias, como
cercado, mientras intentaba acercarse al amor, siempre arrimado al lado de los
desfavorecidos, y, en ocasiones, atrapado en dilemas morales.
Algo
desorientado. Un poco perdido entre la comprensión ajena y desgastado en el
intento de ayudar a los otros, decepcionado, abrazado al salvavidas de su
propio naufragio, y, ya casi derrotado; otra vez ha sido tocado por la llama traída
en las manos de Ferrán de Pol, y de Hypatia de Alejandría, y en la sonrisa de
una desconocida, y en el llanto del nacimiento de un hijo, y en la bondad de
hombres celebres y sabios enterrados entre helechos repletos de humildad.
De
Sinera vengo.
A
bardos de la talla de Walt Whitman, de Sara Andrés y de Susi.
Arenys
de Mar.
Celeste
Mar.
Uaaaauuuu!!
ResponderEliminarEs impresionante!!! Lo sabía!! eres un poeta y tienes un corazón sensible que se transmite hasta por teléfono!!
Me encanta de verdad! que texto tan bonito. Enhorabuena. Desde ya, soy tu fan! Eres inspirador.
Un abrazo, Rafa!!